Crítica de cine: “El mayordomo”
Lucha por tus derechos
Que el presidente de los Estados Unidos sea negro ya no representa ninguna novedad. Muchas cosas que ha tenido que sufrir la gente de color durante décadas ahora parece mentira: tener que ir en la parte de atrás de la micro, tener que llevar a los hijos a un colegio distinto, recibir menos salario por más trabajo que un blanco, etc. Pero fue una realidad. Películas como “El Mayordomo” existen para recordarnos un pasado vergonzoso que la historia podría dejar atrás fácilmente, considerando la poca memoria que tienen los pueblos.
La historia del director Lee Daniels comienza en un campo de algodón con esclavos cosechando, y a partir de ahí recorre los hitos más importantes de la historia del racismo norteamericano a través de los ojos del mayordomo de la Casablanca Cecil Gaines, quien tuvo la suerte – o la desgracia- de trabajar para ocho presidentes consecutivos, durante cuatro décadas. Luego de una macabra escena que marca para siempre la infancia de Cecil mostrándonos un ejemplo del abuso de un blanco malvado, el protagonista se vuelve un experto en servir (Profesión que encierra un evidente subtexto que no es necesario explicar, pero claramente no fue una profesión escogida al azar por Daniels), y forma una familia que deberá enfrentar la difícil encrucijada de haber nacido de color por aquellos años.
El presidente Kennedy, Nixon, los activistas Marthin Luther King y Malcolm X son figuras que enriquecen el imaginario histórico del filme, y permiten desarrollar conflictos del tipo si hay que escoger entre proteger tu integridad física o tus ideales, soportar el abuso o no dejarte pasar a llevar. Pragmatismo vs. Idealismo, justo como en Hamlet o la tragedia griega. Claramente ninguno de estos temas es nuevo, y la película se encarga de agotar tópicos como el conflicto entre padre e hijo, pero acá lo importante es la manera de desarrollarlos. Es evidente que ya se han hecho películas así, como “El Color Púrpura”, pero Daniels logra conmover más allá de la emoción barata y profundizar en temas ya antes tocados varias veces sin por eso ser trillado. Y eso, en estos tiempos, me parece que es un logro indiscutible.
Cuesta hacer una película gringa sobre la igualdad, libertad y abolición de la esclavitud sin terminar siendo un panfleto propagandístico sobre el Tío Sam y los republicanos, pero “El Mayordomo” se cuida de eso, y nos enrostra momentos sumamente vergonzosos de la Tierra de la Libertad, y en ocasiones se muestra como un retrato crudo y sumamente documentado y coherente de lo ruin que puede ser el humano.
Pero acá el tema no es el racismo propiamente tal. Más bien es cómo enfrenta una familia típica negra este problema, en la que algunos se dejan arrastrar por el idealismo irresponsable e individualista y otros se abandonan a un conformismo servil, para luego mostrar cómo estos personajes maduran y logran conjugar sus respectivas miradas a través de una lección de dolor y sacrificio.
Pero lo más importante de esta película, lo que la hace valiosa más allá del contexto racial o histórico, es que es una historia que cuenta la vida de unos personajes que lucharon por sus derechos. Y eso sigue pasando hoy en día. Lo que la historia describe podría ser fácilmente un retrato de cualquiera de las sociedades, incluso en la que vivimos actualmente en Chile. Puede que no se juzgue a la gente de color acá. Puede que no exista discriminación en los asientos de la micro. Pero sí se están pasando a llevar derechos, y en estos momentos hay gente que lucha para tenerlos. En la época de la película, muchos se rieron por las demandas de los negros. A muchos les parecía imposible todo lo que pedían. La igualdad racial era considerada una utopía. La próxima vez que usted se sienta tentado de reírse de una causa social, piense en ello, no vaya a ser cosa que en un par de décadas se arrepienta de no haberla apoyado.
© Por Felipe Tapia, el macho alfa de la jauría de Cinetvymas.