“Medianoche en París”: comentario de cine

Estrenada ya en Sanfic, llega a las salas nacionales el filme más taquillero de Woody Allen a la fecha. Medianoche en París fue la encargada de abrir el pasado festival de Cannes y al verla, es fácil darse cuenta de que estuvo a la altura de la ocasión.

La película cuenta la historia de Gil (Owen Wilson) un guionista de Hollywood que batalla por terminar su primera novela y que junto a su novia Inez (Rachel McAddams) y sus suegros, visitan la ciudad luz. Es tal la impresión que la ciudad causa en Gil, que surge en él la idea de vivir ahí antes de la boda y emular el estilo de los grandes creadores quienes se nutrieron de su belleza durante la época dorada de los años 20. Inez no cree en los deseos románticos de Gil, tampoco en su talento. Lo único que le atrae es salir de noche con sus amigos y recorrer el París ajetreado, turístico y recomendado por su arrogante amigo Paul (Michael Sheen, conocido por Frost/Nixon). A la medianoche, Gil aprovecha su soledad en largos paseos por las calles de la ciudad, sin saber que encontrará a través de ellos un mundo mágico de inspiración que cambiará su vida para siempre.

Y ese mundo mágico es clave, pues es a lo que se debe el gran éxito de la última película de Allen. Una comedia romántica muy ingeniosa que juega con el espectador, brindando sorpresa tras sorpresa, gracias a la utilización de conocidos personajes históricos por todos venerados quienes interactúan con Gil. De ese modo todos los maravillados espectadores cumplimos, a través del protagonista, uno de los sueños más fantásticos de todo creador: el poder interactuar con tus referentes en situaciones idílicas. Mejor a como Marshall McLuhan lo hacía con el mismo Woody Allen, en Annie Hall (1977).

¿Es posible que todo tiempo pasado haya sido mejor?, esa es la tesis que refuta Allen, haciendo la pregunta una y otra vez y contestándola al mismo tiempo. Esta película se burla de tal afirmación, revelando su verdadero sentido: cómo la nostalgia puede ser un arma de doble filo. Ese sentimiento romántico y a la vez ilusorio y mítico. Elusivo en la vida cotidiana y que, sin embargo, en el universo de Gil, se hace presente, real y con resultados gratamente previsibles. Una vez que se llega al pasado, este escapa otra vez, a otro pasado que fue mejor y más maravilloso que el nuevo presente, y así ad infinitum.

Con un reparto increíble, Allen consigue nuevamente actuaciones maravillosas en los dos planos narrativos; en el inhóspito y egoísta mundo de la cada vez más distante Inez, incluyendo al antipático Paul; y en el cálido y fantástico mundo de Gil, donde conoce a la interesante Adriana (Marion Cotillard, ganadora del Oscar por su papel de Edith Piaf).

Como dato anecdótico destaca la breve e incomprensible aparición de Carla Bruni, en el papel de una guía turística, no por ello menos hilarante.

Uno de los puntos destacables es el sentido de la ironía, con un dejo de melancolía, característico del cine de Allen y que hace mucho tiempo no se veía en forma tan cruda. Recuerda a trabajos anteriores como La rosa púrpura del Cairo (1985), otra de sus cintas en las que a través de una trama inverosímil, pero muy creíble, conseguía emocionar al espectador, recordando que sea lo que fuere que necesitáramos, no lo íbamos a encontrar en lo que platónicamente anhelamos, sino que más cerca de lo que podríamos imaginar.

Medianoche en París
(Midnight in Paris)

Dirección y guión: Woody Allen
Elenco: Owen Wilson, Rachel McAdams, Kathy Bates, Marion Cotillard, Michael Sheen, Corey Stoll, Carla Bruni, Adrian Brody
EE.UU / España 94 minutos, todo espectador.

Por Hugo Díaz.

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