Crítica “Elle”: Violencia de género sin los roles.

Michelle Le Blanc (Isabelle Huppert) dirige una compañía de videojuegos para Playstation 4 y está produciendo un juego de fantasía heroica erótica, con todos los clichés: monstruos, jovencitas, goblins, violaciones, etc. Como directora y en la vida en general, es una persona fría y exitista. Las relaciones que construye con sus semejantes son distantes y prácticas, aunque no por eso es una mala persona o calculadora. Simplemente es. Lo que no sabe es que iba a ser la protagonista de su propia historia de violación terrorífica, pues un enmascarado irrumpe en su casa y la fuerza.

Intentando acomodarse a su rol de mujer fuerte y dura, no hace mucho escándalo al respecto y solo comparte el incidente con unos pocos amigos, como si fuera una anécdota desagradable nada más. Además, sucesos traumáticos de su infancia le impiden ir con la policía, así que deja pasar el ataque y decide continuar con su vida.

Lo curioso de una película cuyo eje es la violación, es que en esta instancia los roles de género parecen estar invertidos: acá la protagonista aparenta ser todo menos una víctima. De hecho, su rol se aleja bastante al impuesto por la cultura machista: es segura, independiente, toma la iniciativa en las relaciones, es jefa de varios hombres y aleja a sus pretendientes con seguridad. La última mujer que uno pensaría que podría ser la víctima de un hombre. Es por esto que su manera de encarar la violación es totalmente distinta a lo que estamos acostumbrados.

El violador es una figura impersonal y sin cara que podría ser cualquiera. Un poder abrumador que mina su independencia, como hizo su padre hace tantos años. A partir de ese entonces, Michelle construirá relaciones frías y distantes con la mayoría de las figuras masculinas que le rodean: Su hijo que se deja dominar por su pareja insufrible, su ex marido con el que sigue teniendo contacto, su amante, que a la vez es el esposo de su amiga, su vecino, el novio menor de su madre, su subordinado que discute y desautoriza sus decisiones, y el otro que fantasea con ella. Todos los personajes hombres de la película se relacionan de una manera distinta con Michelle, y pareciese ser que ella es la que pone las reglas siempre, ya sea para el romance o la rivalidad.

Las otras mujeres parecen ser la antítesis del poderío de Michelle, y parecen estar ahí para acentuar la personalidad e independencia de la protagonista: Si vecina católica fanática que obligará a su marido a buscar sexo en otros lados, su nuera insufrible que humilla y engaña a su hijo, su ingenua compañera de trabajo a la que engaña con su marido, su madre que se busca un novio mucho menor, y la novia mucho más joven de su ex marido, que está con él porque lo admira como escritor. En resumen, ellas son todo lo que Michelle no es: segura, independiente, sin ataduras emocionales, y dueña de su sexualidad, incluso al ser violada no se siente vulnerable ni desprotegida en lo más mínimo.

En algún momento Michelle quiere saber si alguno de estos hombres puede ser el enmascarado que la ultrajó, por eso, este último es nadie y todos a la vez, es la masculinidad en general contra la que Michelle ha intentado luchar toda su vida como una mujer firme y aguerrida, renegando del estereotipo de la mujer débil y emocional que suele promover la cultura.

Del director Paul Verhoeven, “Elle” es un drama que tiene un poco de comedia, muy cruda, sórdida, bien contada y entretenida, una muy buena adaptación de la novela “Oh…” del autor francés Phillippe Dijan. Uno de los puntos fuertes de la historia son los personajes complejos y que se salen de todos los patrones y cánones, además de estar interpretados por muy buenos actores. Sobre todo por contar con una protagonista femenina sólida y compleja, que es a la vez terrible y fascinante, porque tiene algo con lo que todos nos podemos identificar finalmente: esa fascinación por nuestro lado oscuro, por lo prohibido, por tener el poder y por cruzar las barreras sociales y morales. Sin duda, este filme se archiva en el listado de las recomendables e imperdibles.

Por Felipe Tapia, el crítico que colecciona virtudes.