Crítica de cine: “El amor se hace”

 Crítica de cine: “El amor se hace”

El sexo está presente en la vida de los seres vivos desde que la Tierra fue creada.  Es un instinto que mantiene la tierra poblada de animales y súper poblada de humanos.  Es una cosa tan natural, que a veces pienso que los humanos perdemos demasiado tiempo pensando en él, pero debe ser porque somos casi la única especie que no sólo tiene sexo para procrear, si no que también para sentir placer. Y el 99.9% del tiempo, tenemos sexo para sentir placer y no para lo que la naturaleza lo inventó.  Quizás es por eso que me parece tan raro lo difícil que es para la gente hablar de sexo o asimilar su sexualidad. “Kiki, el amor se hace” se trata de gente que tiene problemas sexuales con su pareja. No son los problemas típicos: no hay disfunción eréctil, eyaculación precoz o frigidez; Las 5 historias que vemos, son de personas con parafilias (gustos sexuales fuera de lo común) y lo que significa vivir en un mundo que parece ser muy moderno en lo sexual, pero que sigue sin comprender los muchos matices que existen en la sexualidad.

Para desgracia del director/guionista, realicé una ardua investigación sobre el multilínea (una película que cuenta muchas historias con el mismo nivel de importancia) para mi título, y la verdad, esta película tiene un montón de problemas narrativos muy amateur. No todas las historias son igual de interesantes, no todos los personajes son tan adorables y, perfectamente, pudo existir esta película con 3 historias y no con 5. Hay dos historias que me parecieron, sencillamente, malas. Y la que más me gustó, la que tiene el final más lindo y esperanzador de todas, es la que tiene menos desarrollo en pantalla. Me pasa también que, aunque la venden como una película que habla de tabúes sexuales, quedo con la sensación de que no vi nada diferente a una película romántica gringa. Lo mismo que pasó con “Las 50 sombras de Grey”, que dicen que es tan sadomasoquista y, en realidad, es otra historia súper cursi de amor con un sexo más raro que violento. “La secretaria” le pega mil patadas a estas dos películas en cuanto a parafilia sexual, y eso, que jamás hay una escena de sexo. Qué gran película…

A “Kiki, el amor se hace”, le faltó atreverse a más. Me hubiera gustado ver parafilias realmente asquerosas y problemáticas, que de verdad me hicieran sentir pena o vergüenza por los personajes, me faltó entender por qué esas cosas raras les hacía sentir excitados, por qué sólo con esos estímulos podían llegar al placer sexual y sentirse plenos. Hay una historia en particular que me molestó mucho: uno de los personajes sólo puede tener sexo con su esposa cuando ella está, prácticamente, inconsciente. Si me preguntan a mí, eso es una violación, y aunque hay un intento de explicar por qué el hombre disfruta del sexo con su esposa inconsciente, es insuficiente e inverosímil. Se escapa, incluso, de la temática de la película, porque finalmente, no es una parafilia, es un recurso para tener sexo… una cosa que, después de pensarla (porque igual me quedé pensando), pudo ser mucho, mucho más interesante y le  hubiera dado harto más peso a la historia y a la película en general.

Pero, aunque parezca paradójico, no me disgustó la película. A pesar de que no me reí tanto como la gente con la que compartí la sala de cine, no me quise morir tantas veces como creí. Me parece que, aunque no rompe tantos esquemas como me hubiera gustado, pone el tema del sexo de una forma bastante libre y creo que fue eso lo que hacía reír tanto a la gente que estaba en la sala conmigo. Porque el sexo sigue siendo un tema incómodo, porque es complicado hablarlo sin tapujos, aún con aquella persona que es tu compañero o compañera sexual. Y, lo que más me gustó, es que a pesar de que el tema era sexual, le hizo justicia a su nombre, porque al final, es una película que habla del amor en todas sus formas, el amor sexual, el amor filial, el amor capaz de curar y comprenderlo todo, incluso aquellas manías que nos parecen medio enfermas.

Por Gaby Potter.

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