Crítica de cine: “Buscando un amigo para el fin del mundo”

Cuando hablamos de grandes blockbusters que nos desilusionan hablamos de que el buzz que se genera desde cada ángulo del proyecto no se relaciona directamente con las necesidades de la película. Muchas veces pasa con la penetración en los medios que tiene, o con los presupuestos con los que contaron. En otros casos hay películas que utilizan los efectos especiales como forma de tapar los hoyos narrativos con los que cuenta la obra. Sea cual sea el caso, lo que nos queda como espectadores es una sensación de que algo más se puedo hacer o de que la energía quizás se debió haber concentrado en algo más.

Lo nuevo de Focus Features condensa prácticamente todo lo que los ha distinguido en el pasado y apela al nervio de lo que para ellos siempre ha sido una película: contar una historia. Una buena historia. Da lo mismo de qué forma y da lo mismo que no sea perfecta, pero que sea nuestra. Aún cuando eso se cumple, la sensación que deja es la misma que queda tras ver “We bought a Zoo” de Cameron Crowe: frente a nosotros hay una gran historia pero que nunca dejó de ser una historia y que nunca dejó de estar frente a nosotros. En el caso del apocalipsis planteado en el que un meteorito se avecina en tres semanas al planeta Tierra, nunca somos nosotros parte de esa Tierra y por tanto esas ansias por una vida que nos perdone por desperdiciar esta, o la desesperación de saber que todo lo bueno que alguna vez existió ya nunca volverá, parecen ser ideas cada vez más lejanas (a pesar de que sean en el mundo real cada vez más cercanas).

Más por sobre-ejecución que por falta de sentido común, tanto el guión como la puesta en escena se han concentrado en pulir su propia historia al punto de descuidar el trabajo de sus personajes, cayendo en la caricatura de Steve Carrel actuando de Steve Carrel y Keira Knightley tratando de justificar lo buena actriz que es. Así como siempre sentimos que lo que está pasando es increíble, nos es imposible sentirlo en primera persona (haciendo hincapié que en este tipo de cine es necesaria la creación de empatía).

De algún modo, la idea de que este mundo está allá afuera nunca se cae y esa barrera que en muchos casos está construida a propósito para separarnos de la ficción aquí parece puesta de manera accidental, concluyendo en una película muy compleja de ejecutar que dejó de lado la simpleza con la que siempre quiso encarar el desafío y que terminó pidiendo a gritos por un trabajo de relojería fina que rescatara su esencia. Lo que pudo ser su mayor fortaleza, es en definitiva su mayor debilidad, privándonos de esa sutileza que se anuncia constantemente pero que se queda estancada al olvidarse de la fuerza original que desencadenó la obra y de esas sensaciones más puras y basales que en un principio nos guiaban a escuchar los rincones más oscuros y solitarios de nuestra propia humanidad al punto de olvidarnos por completo de que el fin del mundo se está acercando.

©Por Ignacio Hache.

 

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